lunes, 7 de diciembre de 2009

¿Podemos confiar en las marcas?


Es evidente que, a fuerza de relacionarte con más personas, la probabilidad de resultar herido emocionalmente aumenta de manera vertiginosa. Como resultado, aquello que viene de serie con grandes cargas afectivas, la amistad, ve peligrar constantemente su existencia.

Una de las mejores retratos que de ella he descubierto recientemente me fue brindado en un artículo de este mismo fin de semana:


Dice una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y discutieron. Uno acabó dando al otro una bofetada. El ofendido se agachó y escribió con sus dedos en la arena: “Hoy mi mejor amigo me ha dado una fuerte bofetada en la cara”.

Continuaron el trayecto y llegaron a un oasis, donde decidieron bañarse. El que había sido abofeteado y herido empezó a ahogarse. El otro se lanzó a salvarlo. Al recuperarse del posible ahogamiento, tomó un estilete y empezó a grabar unas palabras en una enorme piedra. Al acabar se podía leer: “Hoy mi mejor amigo me ha salvado la vida”.

Intrigado su amigo, le preguntó:

–¿Por qué cuando te hice daño escribiste en la arena y ahora escribes en una roca?

Sonriente, el otro respondió:

–Cuando un gran amigo nos ofende, debemos escribir la ofensa en la arena, donde el viento del olvido y del perdón se encargará de borrarla y olvidarla. En cambio, cuando un gran amigo nos ayuda o nos ocurre algo grandioso, es preciso grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento de ninguna parte del mundo podrá borrarlo.


Confiar en alguien implica esperar algo futuro de él, pero también permite mantener perenne y constante la relación. Del mismo modo, esperamos algo de las marcas, por tanto, confiamos en ellas buscando una especie de complacencia al repetir nuestra selección. Ratificamos nuestra amistad con ellas y esperamos que una venidera experiencia de marca nos reconforte tanto o más que las anteriores.

Pero ¿aceptamos su bofetada? Sólo de aquellas que estén grabadas en la roca de nuestras emociones -que aunque parezca contradictorio la mezcolanza roca&emociones, aquí viene al pelo :-)-.

¿Por qué no crear el espacio de amistad de las marcas para las que trabajamos? Digo "nuestras" porque creo firmemente en la creación de imaginarios personales que se ven facilitados en su confección por esas, a veces, tan odiadas marcas.

Y tengamos claro una cosa, las marcas no nos engañan -si acaso, nos dejamos engañar-, quieren nuestro dinero. Eso no es malo, es más, sin el plus que pagamos por la construcción de marca no existirían, pero quizá nosotros tampoco. Somos a través de las marcas y de otras muchos aspectos culturales&sociales&educativos&relacionales&familiares& ..., pero de las marcas, también. Algo que intento poner en práctica en los posts que titulo "Marcas que me definen", la del miércoles próximo, Hackett, normal, ¿cómo voy acaso a Balmoral? ;-)))))

C

2 comentarios:

  1. Muy bonita la parábola de los dos amigos. Invita a la reflexión. Tiene grandes aplicaciones en la vida, en las relaciones personales. Es más difícil que te haga daño una marca que un amigo, pero es cierto que las personas asociamos determinadas marcas a determinados momentos de nuestra vida. Nos hacen sentir bien y además nos sentimos identificados. Podemos darnos cuenta y aceptarlo, o negar que todos en mayor o menos medida estamos influenciados por algunas marcas.

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  2. Hola Beatriz, gracias por tu comentario. Perdón por el retraso en la respuesta :-(
    Llevas mucha razón en lo que dices. El verdadero éxito radica en encontrar la mesura entre cómo relacionas con las marcas y las personas, sabiendo en cada momento qué puedes esperar de ellas.
    Un saludo y felices fiestas
    C

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