lunes, 12 de octubre de 2009

Edades para cada viaje

Estando en el hospital, por felices días pasados, recibiendo visitas de amigos y familiares con ganas de conocer a Telmo (mi segundo hijo), surgió una interesante conversación. Una amiga de mi mujer viajará en próximas fechas a Egipto.

Esta premisa tan banal e intrascendente me llamó la atención por algo ya sí más reflexivo y trascendente. No me apetece viajar allí,..., todavía. Recuerdo que la discusión posterior fue muy divertida.

Cualquiera que me conozca o que, al menos, haya leído alguno de mis anteriores posts sabe que tengo especial aprecio por ciertos conceptos y prácticas tradicionales, clásicas, incluso antiguas, que no retrógradas. Por esa razón, dudar de mi apetencia por un ruta por las idealizadas riberas del Nilo y la contemplación de la magnificencia faraónica, no sea quizá la mejor manera de reforzar el gusto por las ideas y sus lugares de nacimiento.

Pero todo tiene su explicación. Creo que hay viajes y lugares que permanecen en un estado de espera contínuo hasta que uno llegue en el momento óptimo de disfrute. Es decir, que hay viajes que disfrutas más según la edad que tengas. Al menos, así me gusta verlo a mí.

Hasta ahora mis viajes se podrían catalogar de:

Viajes familiares. Playa y monte. Sencillos pero memorables.

Viajes iniciáticos, de juventud, a estudiar a Irlanda, música y Atenas. Guinness, fish and chips, Trinity College y Partenón.

Viajes de amor, placer, luna de miel, romanticismo, Praga, París, Roma. Más cerveza -edulcorada ;-)-, vino y queso, paseos por Malá Strana, el Sena de noche y helados en Trasvevere.

Viajes de negocios, Londres, NY, Chicago, Washington, Melbourne, Oporto. Reuniones, ferias, congresos, ..., y un poco más de cerveza.

Y tras aquella conversación de hospital, hablando con mi mujer sobre ello, he decidido marcar mi ruta de los deseos. Estos años soy más de Europa y USA. Cercanía y negocios, coincidimos ambos. A partir de aquí ya hay más discrepancias, los cuarenta repetirán objetivos, queda mucho por descubrir. Los cincuenta para el Egipto de la amiga de mi mujer -discrepancias, se irá antes con sus amigas :-(- y Asia. Auunque mi Egipto es de camisa de lino blanca, traje claro, sombrero panamá y té. Los sesenta para América Latina y África, especialmente por su naturaleza y paisajes. A partir de los setenta para los amigos, allá donde se encuentren.

Se que el trabajo abrirá antes el camino a seguir en algunos de ellos -especialmente América Latina-, que luego repetiré, pero en esta ruta personal estoy hablando sólo de viajes de descubrimiento, aprendizaje emocional e ilustración gastronómica. De periplos con tiempo para crear cuadernos de viaje.

Tengo idealizados esos lugares, cómo vivirlos y cómo llegar a ellos -a nivel de vivencias me refiero- y quiero disfrutarlos de un modo especial.

El nóbel de literaturaa, Maurice Maeterlinck condensó esta idealización de la manera más sencilla posible:

"Lo mejor de los viajes es lo de antes y lo de después"

Lo suscribo, la preparación y el recuerdo es lo que nos hace viajar. El viajero no va, vuelve.

Y claro, esta reflexión excursionista lleva a otra más mundana y mercantilista. ¿Comprenden las marcas que los consumidores también tienen sus momentos, sus épocas, aprenden y desaprenden? Y lo más importante, ¿aceptamos que experimenten cambios en su vida que hacen que como marca no podamos ser parte de ellos?

Llegado el caso, hay que saber apostar por construir de manera evolutiva una marca -viajando con tus clientes y trazando acciones para incorporar nuevos- o hacer coincidir el vínculo entre marca y consumidor en esas decenas simbólicas que representaba más arriba. Dependiendo del sector habrá que cimentar una estrategia en la que sepamos, para no llevarnos luego sorpresas, dónde queremos estar.

Como siempre, ahí lo dejo caer, a ver si alguien lo continúa ;-)

C

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